La especulación y la falta de control sobre el cumplimiento de la normativa de suelo en España forman parte de la mala praxis en urbanismo que ha favorecido las inundaciones sufridas esta semana en el sureste del país, tras las riadas que en 48 horas han llegado a recoger más de 500 litros por metro cuadrado, en el caso de Alicante.
Así opinan los diferentes especialistas consultados por eldiario.es, quienes aclaran que, aunque todavía no se puede relacionar la crisis climática con esta gota fría –que ya ha ocasionado la muerte de seis personas y la evacuación de varios miles–, en concreto, el calentamiento del Mediterráneo a consecuencia del aumento de temperatura global sí hará que estos fenómenos se produzcan cada vez más a menudo y de manera más virulenta.
El principal problema, según Santiago Barajas, responsable de Ecologistas en Acción en materia de agua, es que se ha permitido construir sobre cauces y zonas de riesgo de inundación, en contra de la normativa. «Estimamos que, en todo el país, hay del orden de 50.000 construcciones sobre cauces y zonas de riesgo, y la mayoría son viviendas», aduce Barajas, quien alega llevar 25 años reclamando que no se permita ni una construcción más y que se eliminen las existentes, tal y como exige el artículo 28 del Plan Hidrológico Nacional.
«En la costa mediterránea, la voracidad urbanística que ha imperado en la segunda mitad del siglo XX y en lo que llevamos de siglo XXI ha hecho que no se paren a pensar en los cauces antes de construir, de forma que hay viviendas, incluso urbanizaciones caras, que están en riesgo de inundación».
Barajas califica de «dejación» la actitud con que el Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco) ha afrontado esta situación, en tanto que los cauces dependen de las confederaciones hidrográficas. Denuncia que el organismo no ha garantizado que se cumpla la regulación, pero insiste en que «la culpa no sólo es del Miteco, sino también de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos», a quienes acusa de pensar en el corto plazo y de no tomar medidas (como la demolición de las viviendas construidas sobre los cauces) por ser impopulares.
«Pero hay que gobernar pensando en el futuro de la gente», asevera.
Construir echando un pulso a la naturaleza
De esta opinión es también Antonio Aretxabala, geólogo especialista en edificación y cambio climático, quien manifiesta que «tenemos que empezar a retirarnos de las zonas que conquistamos cuando había esa disponibilidad de combustibles fósiles. Y tenemos que hacerlo sin verlo como una derrota».
El planteamiento de Aretxabala se basa en que, desde la II Revolución Industrial, el acceso a combustibles fósiles baratos y abundantes ha llevado a las sociedades occidentales a «creernos dioses y a creer que vamos a mantener a raya a la naturaleza, de forma que hemos construido en lugares donde de modo histórica no había construido nadie».
«Hemos conquistado las riberas de los ríos y estamos echando un pulso a la naturaleza, como si esto fuese una guerra», sentencia.
Aretxabala incide en la manera en la que la especulación sobre el suelo ha contribuido a empeorar el riesgo de inundación, y pone el ejemplo del municipio de Tafalla, en Navarra, «donde la especulación llevó a crear zonas con grandes superficies que este verano se inundaron, mientras que un 30 o un 40% de las viviendas antiguas del centro de la ciudad están deshabitadas».
Por ello, sugiere «recuperar los cascos históricos para su adecuación para la vivienda y dejar de especular con el suelo».
Otra de las negligencias urbanísticas que este experto destaca es el incumplimiento de la Ley de suelo, de 2008: «El artículo 15 de esta ley dice que antes de abordar la ordenación del territorio de una zona determinada –ya sea para uso industrial, agrícola o residencial–, hay que cotejarlo con un mapa de riesgos. Esa ley existe pero no se cumple, está metida en los cajones de las administraciones».
Por otro lado, señala que los mapas de riesgo no contemplan la variable del cambio climático, por lo que no reflejan el riesgo real de inundación en un escenario de calentamiento global que ya se está produciendo y, según pronostican los científicos, agravará los impactos de los desastres naturales.
A más calentamiento, más riesgo de inundación
La gota fría o DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos de la Atmósfera) es un fenómeno natural del clima mediterráneo, que suele ocurrir por estas fechas y que siempre ha formado parte de la historia de este país, alega Jonathan Gómez Cantero, geógrafo e investigador en cambio climático, además de presentador de El Tiempo en Castilla-La Mancha Media.
Sin embargo, este especialista advierte de que el cambio climático va a provocar tormentas mucho más severas en el futuro. Al estar incrementándose las temperaturas en verano —»y eso sí lo tenemos muy claro», recalca—, el Mediterráneo se está calentando mucho más, lo que hace que haya más vapor de agua disponible para condensarse y para formar esas tormentas que afectan a las costas mediterráneas.
En contra de lo que declaró este jueves el meteorólogo José Antonio Maldonado, que negó en una entrevista a 20Minutos que la gota fría tuviera «nada que ver» con el calentamiento global, Gómez Cantero insiste en que «todavía no se puede saber» si lo sucedido está relacionado con el cambio climático o no. No, al menos, hasta que se haga un estudio de atribución. El problema, a juicio de este experto, es que en España estos informes se elaboran de manera muy lenta, de modo que bien pueden tardar dos meses como dos años, lo que entorpece la sensibilización respecto al cambio climático.
«A mí, como presentador de El Tiempo, me encantaría poder decir que esta gota fría es un fenómeno asociado al cambio climático, pero no puedo porque todavía no tenemos el estudio», dice Gómez Cantero, y lamenta que «todavía en este país no estamos capacitados para hacer estudios de atribución rápidos y saber si es cambio climático o no, y eso es algo que hay que hacérselo mirar ya porque solamente de esta forma vamos a poder concienciar a la sociedad».
Cómo frenar el impacto de las inundaciones
Los expertos critican la infraestructura gris –por ejemplo, los muros que canalizan los ríos– como solución para frenar los desbordamientos. Consideran que este tipo de estructuras son muy caras y no son efectivas, pues ante una lluvia torrencial el agua termina desbordándose, incluso llevándose por delante la obra.
Además, sugieren que las infraestructuras de encauzamiento crean una sensación de «falsa seguridad» entre la población, cuando «de hecho, los tres mayores desbordamientos que ha habido en España –el de Biescas, en 1996, el de Badajoz, en 1997, y el de Sant Llorenç, en 2018– ocurrieron en zonas donde existían estas infraestructuras», apunta Santiago Barajas.
«La planificación del siglo XXI tiene que ser mucho más armónica con la naturaleza, un urbanismo ecológico, adecuado a las características geológicas, topográficas, medioambientales, climáticas… Y no basado en imponer cualquier decisión”, concluye Aretxabala.
En este sentido, desde Ecologistas en Acción proponen además restaurar las zonas afectadas con vegetación de ribera, que aminora la fuerza del agua y palía la gravedad de las inundaciones.